Reinaldo Villegas Astudillo*
El modelo de educación municipalizada para los niveles que van desde el pre-escolar a la enseñanza media, impuesto por la dictadura de Pinochet hace más de 20 años, en 1981, y continuado por los gobiernos democráticos a partir de 1990, se encuentra en la actualidad en un nivel crítico de fracaso. Y todo esto, a pesar de los ingentes esfuerzos realizados por las tres administraciones republicanas, las cuales no han escatimado esfuerzos económicos, técnicos, de recursos humanos, pedagógicos y de distinta índole para favorecer a la población de menores ingresos que acuden a este sistema educativo.
Los motivos, que prácticamente han marginado a los estudiantes de estos establecimientos, para acceder al nivel universitario son variados, los cuales se nos han esclarecidos por algunos docentes con más de veinte años de servicio, con quienes hemos dialogado recientemente y en ocasiones anteriores en Chile, en torno a la crisis que afecta al régimen educativo municipal.
En primer término, se cuestiona de plano a esos “cerebros luminosos” de la dictadura, los cuales aportaron su maléfico intelecto, provenientes más de sectores civiles que castrenses, y apoyaron a tal régimen, quienes al igual que aquéllos que concibieron la Constitución impuesta en el año 1980, lo hicieron con “visión de futuro”, en orden a producir en Chile una fragmentación del país en trabajadores de mano de obra para los mercados y otros privilegiados, destinados a constituirse en conductores y directivos de la nación. Dentro de tal sistema municipalizado, se observa una diversidad de entes con altos, medianos y bajos presupuestos para el sector educativo. No es lo mismo aquél destinado al de la Municipalidad de Vitacura, instalada en el exclusivo sector oriente de la capital chilena, que el otorgado al de Carahue, situado en el interior de la IX Región, donde se observa un bolsón de pobreza manifiesto, con un ingreso per cápita por persona, que no tiene nada que ver con el que orgullosamente se proyecta y que corresponde al habitante del Gran Santiago.
A lo anterior, se agrega el nivel cultural y conocimientos educativos que pueda tener el Alcalde, donde hay una heterogeneidad de funcionarios, entre los cuales figuran: ex militares, señoronas acomodadas, amas de casa, ex empleados de la administración pública o privada, comerciantes, ex jugadores de fútbol, actores de T.V. etc. muchos de ellos, que no pasaron del nivel medio. Unos y otros, por obra y gracia de este sistema, se convirtieron en los jefes omnímodos de planteles, donde laboran: Magister, Licenciados, Profesores o Técnicos superiores, graduados en las universidades, a punta de tesón y sacrificio entre tres, cinco o más años de estudios de pre y post-grados.
De esta suerte, el Ministerio de Educación se ha convertido en un ente de orientación técnica y forjador de políticas educativas, sin que tenga una significativa injerencia que sobrepase el mandato municipal, carente de facultades para evaluar, por cuanto el señor o la señora Alcaldesa, designa al personal, contrata y remueve a los educadores, ordena sumarios, etc. Aunque cuente con especialistas en la Unidad Educativa del Municipio, sin embargo el poder de decisión y ejecución absoluto lo ejercen él o ella.
Los gobiernos de Chile –como ya lo hemos señalado- desde el 11 de marzo de 1990 cuando se recupera la república han dotado de recursos técnicos de importancia a los planteles municipales. Lo hemos constatado desde esa época, en nuestras constantes visitas a la patria nativa. Por ejemplo, salas de computación laboratorios de Química y Física y otras especialidades. Asimismo, talleres bien dotados de maquinarias para la especialización de los bachilleres que van a obtener una especialidad a ese nivel, que los conducirá al campo del trabajo, convertidos en mano de obra calificada para los mercados que ha abierto el país para el cercano Occidente y el Oriente lejano.
Lamentablemente, no “todo lo que brilla es oro”.Estos mismos docentes activos nos refieren que en algunos municipios por la falta de control y supervisión del Alcalde o de sus funcionarios educativos de confianza, los centros de computación no cumplen con el objetivo asignado dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje para lo cual fueron destinados. En muchas ocasiones, se incorporan grupos de estudiantes con el docente de determinada asignatura, distorsionándose la función, cuando el profesor se dedica al “chateo”, mientras los jóvenes se solazan con algunas imágenes no precisamente educativas. Es en este tipo de situaciones, es donde no se visualiza un seguimiento y supervisión de los directivos y responsables del proceso educativo.
Se comenta, igualmente, que todo el esfuerzo que realiza el Gobierno Nacional por otorgar becas a cientos de docentes para viajar al exterior, a centros educativos de especialización relevantes de diversas naciones de Europa, América y otros puntos del orbe, no se plasma en el quehacer cotidiano de los educadores. No se entrega al resto de los docentes un “feed- back” enriquecedor de la experiencia vivida, transformándose tales desplazamientos en una suerte de viajes turísticos que sólo benefician a los seleccionados, al no compartir sus personales vivencias con el resto de educadores y así innovar especialmente en el proceso metodológico y cognoscitivo. A veces, por falta de planificación y seguimiento, tales becas contemplan especialidades tan sofisticadas que parecieran estar destinadas para aquellos teóricos, formados por algunas universidades en sus cenáculos, para desempeñarse en un mundo de especialistas exclusivos, portadores de lenguajes ininteligibles para los educandos que concurren al sector educativo municipalizado.
A las anteriores, se suman muchas otras deficiencias, las cuales han contribuido al fracaso municipal de la educación, salvo la honrosa excepción del Instituto Nacional y otros escasos planteles del centro u oriente de Santiago.
Y ¿cómo se manifiesta esta depreciación educativa municipal? Simplemente, observando el resultado de las pruebas SIMCE, que se aplican en dos o tres niveles dentro del proceso de educación básica y media, cada cierto tiempo y anualmente la Prueba de Selección Universitaria (P.S.U.) para acceder a las universidades. En este último sistema de admisión, se otorga un puntaje que va entre 0 y 800 puntos aproximadamente. Los resultados aceptables se dan en el rango de 600 ó 650 puntos a 800. Quien logre tal puntaje se asegura cupos en las más prestigiadas universidades del país, las cuales son financiadas por el Gobierno en menos de un 40%.(Aunque, el Rector de la U. de Chile se lamentaba en estos días que era considerablemente inferior).
Entre otras, se encuentran las tradicionales U. de Chile, U. Católica, Santiago, Concepción, Austral, del Norte, Los Lagos y algunas más que se nos escapan. Este puntaje de aceptación contempla desde las carreras de Pedagogía, hasta las más exigentes como: Medicina, Derecho, Odontología e Ingeniería. Indudablemente, todo el cupo disponible lo obtienen alumnos graduados en los colegios privados de los sectores de más altos ingresos del país, como lo son: Vitacura, Providencia, Las Condes, Ñuñoa y Santiago Centro, a los cuales se agregan algunos de provincia. La mayoría de estos estudiantes provienen de hogares, cuyos ingresos van desde cinco mil dólares hacia arriba, lo cual les posibilita financiar colegios de enseñanza media que están entre un mil y dos mil dólares mensuales, como por ejemplo ocurre con el colegio “Nido de Aguilas”, en este último caso.
Los puntajes, logrados por alumnos en la P.S.U. realizada en diciembre pasado, arrojó un resultado negativo en relación con los centros de educación municipalizados. De 128 planteles que concurrieron a esta prueba evaluativo, sólo el 10% correspondió a liceos, de este nivel, que obtuvieron como promedio, puntajes no superiores a 600. La mayoría se situó entre los 450 y 500, calificación escasa que no permite el ingreso a carreras de gran aliento. Tal conglomerado no queda en la universidad o sólo podría ser aceptado para continuar en institutos universitarios, cursando especialidades técnicas, de rango menor, y así obtener una posibilidad de incorporarse como mano de obra calificada al mercado imperante en la sociedad chilena globalizada.
La realidad descrita nos conmueve profundamente a nosotros, como educadores conscientes de las futuras generaciones de chilenos de escasos ingresos económicos, que se distancian cada vez más de los grupos de mayores ingresos, los cuales a la postre serán los que rijan el destino de la nación en sus diversos aspectos: político, social, cultural, económico, etc.
Con seguridad, este cuadro educacional crítico municipalizado tendrá que constituirse en una gran preocupación para Michele Bachelet, quien dentro de unos cuantos días asumirá los destinos republicanos de la nación chilena. Creemos que se hace necesario rescatar la enseñanza inicial, media y politécnica de las municipalidades y adscribirlas nuevamente al Ministerio de Educación, como corresponde. Debe recomponerse el Estado Docente y retornar al sistema anterior a la dictadura , del cual fuimos partícipes primero como estudiantes del sistema estatal en nuestro caso, que acudimos al centenario liceo de Concepción, y luego, a los de Talcahuano y Rengo, habiendo ingresado en la Universidad de Concepción, bien sustentados, aprobando en aquellas épocas el temible Bachillerato, y después, como docentes y directivos de liceos diurnos y nocturnos de Mulchén y Los Angeles, logramos con nuestros estudiantes exitosos resultados en la P.A.A., que posibilitaron a jóvenes y trabajadores ascender a niveles profesionales jamás imaginados con la educación del estado, orientado por el M. de Educación.
Estimamos que es fundamental la preocupación y la motivación que ejerce el directivo en el cuerpo docente , el cual responde a esta iniciativa dejando espacio para ejercitar a los educandos dentro de los ejercicios requeridos, sin necesidad de acudir a centros pre-universitarios privados, cuyos dueños son verdaderos “mercaderes” de la educación, como lo son muchísimos empresarios de hoy que se enriquecen con la educación privada, dedicándose a este negocio que ha surgido en estos últimos tiempos, no solamente en Chile, sino en otras naciones de la región.
Es un gran desafío para la nueva administración salvar a la educación gratuita y de calidad al servicio de los más desposeídos. Además de la cobertura, interesa la calidad del proceso enseñanza-aprendizaje y por ningún motivo debe caerse excesivamente en la educación particular subvencionada. Y para ello, además de la desmunicipalización hay que designar en el plano directivo superior a expertos en el M. de Educación con una evaluación permanente y no políticos de oficio o profesionales del campo de la economía, que han fracasado con sus criterios “economicistas”, no sólo en Chile, sino en la región caribe-latinoamericana, porque se trata de formar personas humanas y no transar valores u objetos materiales. Creo que aquí debe aplicarse el adagio: “Pasteleros a tus pasteles”. Ya no hay tiempo que perder. Por ejemplo, se debe rescatar el “anquilosado” Centro de Perfeccionamiento de “Lo Barnechea”, rejuvenecerlo y dinamizarlo, para que alcance siquiera a su “época de oro”, cuando lo dirigió el destacado docente, Mario Leyton Soto, impulsor entre otros de la primera revolución educativa, llevada a cabo en el país , por el gobierno de Eduardo Frei Montalva; educador, hoy olvidado por los nuevos gobiernos de su patria, mientras él continúa asesorando en el plano educativo a otras naciones del continente.
La educación es una función trascendente, valórica y de entrega por el otro. No es un negocio-insistimos- para mercaderes “como vendedores de géneros (telas)”, tal cual lo diría tempranamente en su transitar por Chile, Don Simón Rodríguez, maestro de Simón Bolívar. Y para tales efectos, hay que llamar a educadores de valía, por encima de las “maquinarias politiqueras”, por cuanto este bien está en crisis y hay que rescatarlo a la brevedad de la depresión y deterioro en que se encuentra.
Chile, en la actualidad, cuenta con suficientes recursos económicos y desde hace dieciséis años ha sido elevada la inversión ejecutada en el sector educativo municipalizado, no obstante los magros resultados. Se hace necesario llevar a cabo una mejor distribución, con supervisiones y evaluaciones técnicas, financieras y pedagógicas permanentes para optimizar el proceso en desarrollo.
No estamos de acuerdo con opiniones “livianas” y “superficiales” que apreciamos en un interesante panel televisivo, creo que el último de la temporada, en enero pasado, el cual se proyecta semanalmente con una significativa audiencia, cuando uno de los participantes expresó, “muy livianamente de cuerpo”: “Que, por qué los créditos universitarios se otorgaban a jóvenes en muchos casos con puntajes inferiores a 500 puntos y que debía apoyarse a aquéllos que habían logrado , un mínimo de 600, por cuanto no todos los postulantes al PSU podían ser universitarios”. La respuesta la da en días posteriores un directivo de los alcaldes de Chile, quien ha informado que 51 liceos municipalizados, ni siquiera llegaron a los puntajes mínimos y de los que destacaron no sobrepasan el promedio de 600. Así se explica, que estas becas se hayan concedido por el Gobierno Nacional a tales puntajes, por cuanto pertenecen a estratos económicos bajos de la población .
El panelista, más que cincuentón, seguramente repite la cantilena de antaño: “que no todos pueden llegar a la Universidad”. Pero eso era cuando los liceos estatales dependían del Ministerio de Educación y la calidad era tal, que un contingente significativo aprobaba la selección de los exámenes de admisión a la Universidad, cualquiera hubiese sido su denominación. Si se aplicara tal criterio hoy, de los 600 puntos hacia arriba sería continuar privilegiando a los sectores pudientes que provienen de la educación privada. Los panelistas no repararon en la situación actual: Que los pobres están destinados a carreras técnicas menores para así continuar sustentando un mercado con mano de obra calificada, mientras aquéllos procedentes de sectores de altos recursos proseguirán constantemente, “gerenciando” el quehacer y la actividad de nuestro país original.
Tales apreciaciones la hacemos a la distancia, desde afuera, cuando hemos cumplido treinta años desde que abandonamos el lar nativo, no porque quisiéramos para ser acogidos por la solidaridad de los gobiernos y pueblo venezolano, pero a partir de 1990 hemos estado observando el proceso educativo en sus diversos estamentos, en incontables ocasiones de nuestros viajes constantes, dialogando con colegas, analizando textos de expertos y hemos llegado a la conclusión que el daño hecho por la dictadura, que todavía permanece a través de diversas prácticas políticas e institucionales, al no contar aún con una constitución auténticamente republicana, por impedimento de aquéllos que colaboraron con el régimen de facto y que en estos años han tratado de “lavarse el rostro”, persisten en obstruir el paso a una legalidad plenamente democrática.
Así se explica, que sólo se hayan introducido reformas que no han logrado beneficiar en profundidad a los desposeídos de la fortuna y las políticas dictatoriales, aún persisten no sólo en el plano educativo municipal, sino en la previsión o la salud, siempre en desmedro de los contingentes populares.¿Cómo se explica, que un docente con más de treinta años de labor educacional, perciba como jubilación en una AFP, la mísera pensión de sesenta mil pesos, equivalente a poco más de cien dólares mensuales, mientras los dueños de esas instituciones financieras forman parte en su gran mayoría de los sectores más acaudalados del país, surgidos precisamente en el periodo dictatorial?
Esperemos que la nueva presidente Michelle Bachelet inicie una nueva etapa más profundizada en la persona humana que en el bien material, el cual se ha relevado exitosamente en los gobiernos anteriores de la Concertación. Anhelamos que los equipos designados cumplan con su objetivo. En Michelle, tenemos mucha confianza, por cuanto será la primera jefe de gobierno que descendió a los infiernos creados por Pinochet, conociendo las sanciones del régimen militar en el plano de las torturas, encarcelamiento y posterior exilio. Creemos que todos, de una u otra manera, debemos colaborar con su gobierno, especialmente los que padecimos el castigo de seres surgidos de una gran pesadilla que afectó a nuestra nación en época infausta del siglo XX, la cual nos perseguirá con sus traumas interiores hasta el término de nuestras existencias físicas, deseando que no se repitan por nunca jamás para felicidad de las nuevas y futuras generaciones.
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*Escritor y educador, residente en Venezuela desde enero de 1976.
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